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No en todos los casos estos cambios de comportamiento en las personas con alzhéimer resultan un problema para el cuidador, pero es importante conocer por qué surgen y saber identificarlos y manejarlos para prevenirlos o minimizarlos.
Conocer sobre la enfermedad de Alzheimer y cómo afecta a las personas que la padecen en cada una de sus fases es un primer paso para librar incógnitas y atender con calidad y humanidad cuando se producen cambios de comportamiento en las personas con alzhéimer.
La enfermedad de Alzheimer es un trastorno neurodegenerativo progresivo que afecta a zonas encefálicas claves donde se asientan la cognición, la memoria, el juicio, el razonamiento y el control de los impulsos.
Como consecuencia, el pensamiento, la expresión de las emociones y la personalidad sufrirán cambios que irán generando una distorsión de las percepciones, hábitos y conductas sociales. Además, aparecerá una dificultad para el reconocimiento de sí mismo, y de los otros, así como una desorientación en el tiempo y espacio.
“Estas dificultades a las que se enfrenta la persona con alzhéimer le producen miedo y frustración. Y, en este contexto, es comprensible que aparezcan ansiedad y conductas disruptivas caracterizadas por la deambulación y la irritabilidad fácil hasta comportamientos más agresivos producto de la percepción de desconcierto e inseguridad, sumado a la pérdida de control”, explica la doctora Victoria Pérez, directora Sanitaria de ORPEA,
A medida que la enfermedad de Alzheimer avanza, la necesidad de apoyos en el cuidado del paciente es mayor porque se hace cada vez más dependiente y requiere más tiempo de atención.
El abordaje de los mayores con esta situación requiere de un personal formado y altamente capacitado. “El objetivo partirá de comprender qué provoca estas alteraciones y poner en marcha estrategias que reviertan esas experiencias negativas por otras positivas y seguras”, asegura la doctora Pérez.
Para ello, en un primer momento, un equipo multidisciplinar realizará una valoración integral y establecerá intervenciones que promuevan la estimulación, tanto cognitiva como funcional, en un entorno seguro y confortable que transmita cercanía y confianza a la persona mayor.
En el tratamiento de las alteraciones conductuales primará el acercamiento sereno buscando tranquilizar al mayor, calmándole y reconduciéndolo a un estado de seguridad y confianza.
Los talleres y terapias que emplean en las residencias ORPEA buscan estimularle, y orientarle, respetando inquietudes previas, y actuales, evitando la sensación de vacío y aburrimiento. Para ello, es importante conocer sus gustos y afinidades, lo que permitirá captar el interés en la participación y lograr mejores resultados.
“Las sujeciones físicas no pueden ser una opción a los cambios de comportamiento en las personas con alzhéimer puesto que, al privarlas de movilidad, se pone en riesgo su calidad de vida. Además, la sensación de pérdida de libertad afecta a su dignidad y su autoestima”, advierte la directora Sanitaria de ORPEA. Es por eso que las residencias ORPEA son centros libres de sujeciones.
En estos casos, las Unidades Protegidas de Alzhéimer y otras Demencias o UPAD de ORPEA resultan un recurso muy interesante porque ofrecen cuidados durante las 24 horas al día en un entorno adaptado y con personal especializado en esos casos más complejos.
La evolución de la enfermedad de Alzheimer es crónica y progresiva. Por el momento, “solo podemos ralentizar el proceso y dignificar los cuidados que proporcionamos promoviendo un envejecimiento lo más activo y pleno dentro de lo posible”, indica la doctora Pérez.
Dentro de esta situación tan especial, en los centros ORPEA actúan respetando a la persona en su libertad, su dignidad, protegiendo la autonomía y la autoestima. De esa manera, garantizan una buena calidad de vida por el mayor tiempo posible.
Y, cuando lleguen las fases más avanzadas, y finales, “debemos ser capaces de ofrecer también unos cuidados dignos y centrados en la persona”, concluye la directora Sanitaria de ORPEA.